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martes, 14 de febrero de 2012

La Pepa: el sueño constitucionalista.



LA ESPERANZA ILUSTRADA

En palabras del historiador francés Pierre Vilar, a finales del siglo XVIII España parece decidida a embarcarse en el capitalismo de manera que para favorecer la producción y el comercio se promueve la eliminación de aduanas interiores, el cobro de derechos sobre la importación y la exportación, se simplifica la reglamentación y se suprimen ciertos derechos gremiales. Otra serie de reformas se dirigen a la defensa de las tierras comunales y a la desamortización de bienes de la Iglesia y de la realeza. Pero, como ya es sabido, la reforma resultó tan vasta que apenas si se materializó, entre otras cosas porque la propiedad de los pueblos y ciudades estaba mayoritariamente en manos del clero y la nobleza. La lucha contra la corrupción y el nepotismo no sirvieron de mucho cuando a las puertas de la Revolución Francesa España seguía vacilante entre la renovación y el estancamiento.

EL INICIO DE LA CRISIS

El conde de Floridablanca y el conde de Aranda encarcaban respectivamente la renovación adminsitrativa, económica y cultural, y el mantenimiento de las estructuras de poder. El primero se echó atrás ante el cariz que tomaba la revolución del país vecino y entonces se dispuso que fuera Godoy quien encabezara los asuntos de Estado.
Pero la decisión estaba tomada: bajo ningún concepto se permitiría que las ideas de la Revolución Francesa penetraran en España y, por tanto, la censura cobró mayor protagonismo, se reforzó la frontera con Francia y se tomaron las medidas necesarias para presionar al gobierno francés con el fin de que detuviera el camino que había emprendido.
Para ello, el gobierno de Carlos IV contaba con el apoyo de la nobleza y el Clero quienes no dudaron en apoyar el cierre de los periódicos, en controlar las Sociedades de Amigos del País y en reforzar el papel de la Inquisición, todavía activa, en el control que ejercía sobre las obras de los ilustrados Rousseau y Montesquieu. A pesar de estas medidas, los ecos de la revolución llegaron a través de revueltas, tumultos y pasquines mientras aumentaba el descontento popular sobre Godoy, principal amenaza para el Príncipe de Asturias, futuro heredero del trono.

Resumen de: Lovett G.H. La Guerra de la Independencia y el nacimiento de la España contemporánea.
Solé Tura. J. y Aja. E.: Constituciones y periodos constituyentes en España (1808-1936)
Anes.G.: El Antiguo Régimen: Los Borbones.

LA REPERCUSIÓN DE LA POLÍTICA NAPOLEÓNICA.

Las ideas de los girondinos de extender la revolución a toda Europa y, por tanto, conquistarla, triunfaron finalmente. Europa se enfrenta a las ideas revolucionarias y a su carácter expansionista.
Los pueblos conquistados integraban el imperio y por tanto lo mantenían con sus impuestos y con sus levas, pero en el plano económico no podían hacer sombra a la productividad francesa. Se trataba de que esos países fuesen mercados en los que colocar los productos franceses y que a su vez fuesen proveedores de su industria. En definitiva, una política vejatoria que acompañada de decretos contra los países conquistados, no buscaba otro fin que el de la consolidación de la burguesía francesa.
Desde luego que en ese terreno, iba a toparse con el poderío de Inglaterra quien, de una manera indirecta, iba a apoyar cualquier movimiento de liberación en Europa así como competir buscando mercados en los que  colocar los productos de su industria.
La lucha en ambos terrenos estaba servida y, por eso, la Península Ibérica cobraba un interés especial. España y Portugal eran dos potencias coloniales; la primera poseía una gran armada que podía servir a los intereses de Francia para combatir a Inglaterra en el mar. La segunda era aliada de Inglaterra y eso la convertía en enemigo real.
Tras el fracaso de Trafalgar, 1805, el tratado de Fontainebleau, 1807, sella el reparto de Portugal, al sur del cual Godoy, el Príncipe de la Paz constituiría un pequeño reino después de que las tropas francesas penetrasen por España para consumar la ocupación del vecino país.
Como dijo Aymes: "La expedición a España deriva de una serie de consideraciones entre las que se encuentran mezcladas la debilidad militar del estado vecino, la complacencia de los soberanos españoles, la presión de los fabricantes franceses, la necesidad de arrojar a los ingleses de Portugal, la enemistad del Emperador hacia la dinastía de los Borbones y los imperativos de una estrategia política para el conjunto del Mediterráneo.
Pues bien, Napoleón esperaba que España ayudase a Francia a cumplir los objetivos de la ocupación de Portugal, pero además, esperaba que España quedase inmediatamente incorporada al sistema imperial. El propio Napoleón en Santa Elena diría: "Esta desgraciada guerra me perdió". Y es que Napoleón contaba con que sus tropas conocieran bien el terreno, con que el enemigo no empleara los mismos métodos, y esperaba combatir contra ejércitos tradicionales y no contra un pueblo volcado en la guerrilla.

EL MOTÍN DE ARANJUEZ.

El motín de Aranjuez fue preparado por una parte de la nobleza, el apoyo del clero. Un golpe de estado encaminado a frenar una serie de reformas molestas para los defensores del antiguo régimen, si bien el pueblo lo veía como la liberación del Príncipe de Asturias frente a las maquinaciones del valido Godoy. Intervino de manera directa una parte del pueblo que dependía directamente de quienes lo organizaron. El resultado fue la caída de Godoy, la abdicación de Carlos IV y la subida al trono de Fernando VII.

Carta de Carlos IV a Napoleón, informando de su abdicación forzada (23-03-08)

Carta del rey Carlos IV al emperador Napoleón en Aranjuez á 23 de marzo de 1808, en la que le informa que "Yo no he renunciado en favor de mi hijo sino por la fuerza de las circunstancias, cuando el estruendo de las armas y los clamores de una guardia sublevada me hacían conocer bastante la necesidad de escoger la vida ó la muerte" ; y en la que se subordina totalmente á Napoleon.
« Señor mi hermano : V. M. sabrá sin duda con pena los sucesos de Aranjuez y sus resultas ; y no verá con indiferencia á un rey, que forzado á renunciar la corona, acude á ponerse en los brazos de un grande monarca aliado suyo, subordinándose totalmente á la disposición del único que puede darle su felicidad, la de toda su familia y la de sus fieles vasallos. Yo no he renunciado en favor de mi hijo sino por la fuerza de las circunstancias, cuando el estruendo de las armas y los clamores de una guardia sublevada me hacían conocer bastante la necesidad de escoger la vida ó la muerte, pues esta última se hubiera seguido después de la de la reina.
Yo fui forzado á renunciar ; pero asegurado ahora con plena confianza en la magnanimidad y el genio del grande hombre que siempre ha mostrado ser amigo mío, yo he tomado la resolución de conformarme con todo lo que este mismo grande hombre quiera disponer de nosotros y de mi suerte, la de la reina y la del príncipe de la Paz.
Dirijo á V. M. I. y R. una protesta contra los sucesos de Aranjuez y contra mi abdicación. Me entrego y enteramente confío en el corazón y amistad de V. M., con lo cual ruego á Dios que os conserve en su santa y digna guarda. De V. M. I. y R. su muy afecto hermano y amigo. Carlos »

Fontana. J.: La crisis del Antiguo Régimen. 1808-1833.

Como afirma Artola, M. en La burguesía revolucionaria, los planes de Napoleón cambiaron a partir de la renuncia de Carlos IV. Ahora les obligaría a abdicar a sus derechos así como a sus descendientes, y los cedería a él mismo. Desde ese momento, Napoleón podía nombrar rey a quien quisiera, siempre que mantuviera la unidad del reino y conservase el catolicismo como única religión.
Napoleón utilizaría las Cortes para entronizar a José I y otorgar la primera constitución a España, lo cual era del agrado de los grupos partidarios de la reforma de la monarquía.

He aquí el texto de proclamación de José Bonaparte como rey de España. Junio de 1808.

Napoleón por la gracia de Dios, Emperador de los franceses, Rey de Italia, Protector de la Confederación del Rhin (...).
La Junta de Estado, Consejo de Castilla, la villa de Madrid, etcétera, habiéndonos por sus exposiciones hecho entender que el bien de España exigía que pusiese prontamente término al interregno, hemos resuelto proclamar, como Nos proclamamos por las presentes, Rey de España y de las Indias a nuestro muy amado Hermano José Napoleón, actualmente Rey de Nápoles y Sicilia. 
Garantizamos al Rey de las Españas la independencia e integridad de sus estados, así los de Europa, como los de África, Asia y América. Y encargamos que el Lugar-Teniente General del reino, los ministros y el Consejo de Castilla hagan expedir y publicar la presente proclamación en las formas acostumbradas, para que nadie puede alegar ignorancia. 
Dado en nuestro palacio imperial de Bayona el 6 de junio de 1808. Napoleón. Por el Emperador, el ministros Secretario de Estado Hugo B. Maret. 
Gaceta de Madrid, 14 de junio de 1808


Anes G. El Antiguo Régimen. Los Borbones.
Artola M. La burguesía revolucionaria.
Aymés J.R. La Guerra de la Independencia en España.
Fontana J. La crisis del Antiguo Régimen. 1808-1833.
García Nieto C. Y otros. Revolución y Reacción V.I.
Lovett G.H. La Guerra de la Independencia y el nacimiento de la España contemporánea.
Marx y Engels. Revolución en España.
Pabón, Comellas, Sosa. Historia contemporánea General.
Sainz de Varanda R. Colección de leyes fundamentales.
Solé Tura y Aja E. Constituciones y periodos constituyentes en España. (1808-1936).
Tuñón de Lara M. La España del siglo XIX.
Vilar P. Historia de España.




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